ESE IMBÉCIL VA A ESCRIBIR UNA NOVELA, de Juan José Millás

 
 

Juan José Millás, el Woody Allen del realismo visionario contemporáneo, tiene un sello narrativo propio cuyas coordenadas son estas: una prosa cristalina y funcional con hallazgos expresivos puntuales y salpimentada de ironía, una narrativa suburbana centrada en lo insólito, esto es, en las peripecias fantásticas que le acontecen a la gente normal (por decirlo con Julio Cortázar), un gusto por la contención (sus novelas suelen ser breves, caso nouvelles) y unas tramas ingeniosas al filo de lo imposible cuyo argumento está siempre a medio camino entre una greguería de Gómez de la Serna, un poema surrealista de André Breton y un pedo de hachís que va a parar en eso que la teoría de la literatura denomina “el realismo visionario”.

Pero últimamente JJ Millás no se conforma con ser JJ Millás. Por eso desde eser inconfundible sello narrativo últimamente hace incursiones brillantes en la novela negra (véase la genialmente intertextual novela operística Que nadie duerma), en la literatura de diarios a lo Andrés Trapiello (véase La vida a ratos), en la novela surrealista (véase Lo que sé de los hombrecillos) y en la novela feminista (véase La mujer loca)… ¡Pero el mejor registro narrativo de este JJ Millás experimental es el de la autoficción (no se pierdan esa novela del autor sobre su calle de la infancia y sobre su padre titulada El mundo.

Coqueteando con la autoficción de manera neurótica, sarcástica y delirante es como se nos presenta la última novela de este autor titulada Este imbécil va a escribir una novela publicada por la Editorial Alfaguara.

¿De qué va esta novela?

Todo en estas páginas surge por un encargo de su redactora jefe. Y es que el columnista Juan José Millás quiere cerrar su vida periodística con algo contundente, un golpe de guion, un reportaje de campanillas. No hay tema, es de estilo y contenido libres.

Así Juan José Millás, escritor y personaje en esta novela, se nos cuenta que es un muchacho que actúa a impulsos de carácter mágico, ve la vida de forma surrealista, se sabe dominado por sus sueños lúcidos y aún así pasa por ser un muchacho normal. Pero sin embargo el no se considera normal, pues alberga como conflicto existencial el creer que tiene dos cabezas: una funcional y ajustada a la lógica ordinaria, y otra rebelde e intuitiva que le permite cuestionar la vida exterior. 

Además de esto JJ Millás también cree que tiene dos padres, uno real y otro figurado, pero hasta ahí todo normal en esta novela autoficcional habita cuenta de que glosa la vida de un escritor delirante pero no y pero sí.

Pero hete aquí que JJ Milás crece y se reproduce y envejece y se hace periodista además de escritor, y resulta que en el periodismo y la ficción guardan la misma relación que hay entre la realidad y la apariencia.

Y hete aquí que JJ Millás envejece y de pronto en esta novela autoficional (o casi) la vejez se le vuelve espacio para la revisión vital (empezando por esa infancia en la que sentía que tenía dos cabezas y dos padres), y sin embargo su revisión vital no será nostalgia en esta novela sino psicoanalítica (más que revivir el pasado el escritor y personaje en esta novela trata de extraer del pasado su sentido). ¡Y hete aquí que en Millás la revisión vital se confunde con la literaria!

Así las cosas, y aprovechando las disonancias cognitivas y las disociaciones que le surte la vejez como si fueran herramientas fantásticas, pasa a narrarnos esta novela realista pero repleta de alucinaciones en la cual la trama principal versa un periodista y escritor que responde al propio nombre del autor, y el cual se enfrasca en escribir, a los 78 años, el que considera será su último reportaje. Pero durante esa expedición al pasado, va desvelando, capa a capa, la identidad de su padre figurado, la amistad con su medio hermano Alberto, y la extrañeza de la vida adulta en un Madrid que ha cambiado radicalmente, y es, a la vez, el mismo… Una enorme locura narrada con tal tono de efectividad y de esa compleja sencillez que ha ido consolidando durante años, y que se muestra en estas páginas en su esplendor más refinado y cercano. Y digo cercano porque es imposible como lector no involucrarse con esta larga procesión de peripecias y analogías descabelladas, que terminan pareciéndose demasiado a eso que llamamos, vida íntima o realidad.

La novela es caustica y divertida a la hora de narrarse a sí mismo ese autor, pero de pronto, y ante los ojos del lector, va esta novela y da un punto de giro genial y se convierte en una novela de espías a lo John Le Carré castizo. Los dos grandes temas de esta novela, al final se ve, son el de la figura del infiltrado, y el de lo que el autor denomina “la fantasía intrusiva”.

Pero el colmo del absurdo es el momento en el que Alberto, el medio hermano de Millás, rompe con él porque se dispone a escribir una novela. ¿El imbécil de medio hermano imaginario va a escribir una novela? ¡No es de extrañar que, con todo este bacalao biográfico que Millás tiene en la cabeza, como escritor sudra el síndrome del impostor…

¡Una novela brillante!

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