La cultura de la cancelación en Estados Unidos, de Constanza Rizzacasa d'Orsogna (Alianza Editorial)

¿Revisar y volver a publicar adaptadas las novelas de Ian Fleming de la serie Bond para dotarlas de un lenguaje más inclusivo y eliminar referencias étnicas, micro-machismos y descripciones físicas ofensivas para el lector sensibilizado de hoy?

¿Pero es que nos hemos caído de cabeza? ¿O se trata de algo que nos han echado en el agua?

La cultura de la cancelación, síntoma de la polarización y radicalización política que deviene en guerras culturales, es un fenómeno que me tiene pasmado. ¿Prohibir la lectura escolar por el bien del feminismo el multiculturalismo  el antisemitismo el turismo o no sé que otro ismo de Mark Twain, Philip Roth, J. D. Sallinger, Navokob, Dostoievsqui y hasta Platón? ¿Rescribir las novelas de Agatha Christie para adaptarlas al lector medio de hoy mujer blanca heterosexual cristiana y de clase media? 

Para tratar de superar mis prejuicios y sensaciones de que la corrección política no sólo es una pincelada de mierda con la que decorar hoy todo, sino que bien parece la sutil dictadura de nuestro tiempo, he leído el libro de la periodista, escritora e investigadora de la Universidad de Columbia (Nueva York) Costanzza Rizzacasa dÓrsogna La cultura de la cancelación en Estados Unidos (Alianza Editorial), y se lo recomiendo a ustedes vivamente.

El libro presenta las guerras culturales como una forma sutil y postmoderna y acaso previa de las guerras civiles, y como una certificación empírica de que estamos colonizados. Y, por si esto fuera poco, al hacernos  ver que no es un fenómeno actual, pues autores como Hemingway y Norman Mailer ya llevan tiempo cancelados, nos muestra como se trata de una forma perversa de llevar la política a las escuelas con el caso de la prohibición de Lo que el viento se llevó y, desde ahí, pasar a cancelarlo casi todo en las escuelas con el pretexto de este razonamiento de Padma Venkatraman publicado en el School Library Journal, añeja publicación destinada a las bibliotecas escolares citada en el Wall Street Journal: “Si eximimos a Shakespeare de nuestras responsabilidades solamente porque vivía en una época histórica en la que prevalecían sentimientos de odio, correremos el riesgo de estar transmitiendo el mensaje de que la excelencia académica es más importante que la educación y el respeto”… ¡Y, así las cosas, fuera también Shakespeare de las escuelas!

Movimientos como MeToo y Black Lives Matter no han hecho más que acelerar las campañas de justicia social –dice la autora de este libro-, que, nacidas en los campos universitarios hace treinta años, empujan a los Estados Unidos a replantearse su propio canon literario (y muchas otras cosas) a la luz de lo políticamente correcto, y del live motiv ¡nuestras identidades cuentan! Sin embargo la cultura de la cancelación según esta estudiosa viene a sr una radicalización politizada de esos movimientos y otros análogos que tiene como objetivo electoralista la polarización social,

Y el fenómeno ya nos ha llegado, y se está mundializando. 

¿Leer es libertad? ¡Era…! ¿Esto es la democracia? Era…

Miren, señoras y señores y señoros, blancos y negros y azules y rojos y amarillos: yo leí en el instituto de bachillerato al pervertido Marques de Sade y al salido Henry Miller y al misógino Pablo Neruda y al pederasta Antonio Machado y hasta al putero George Simenon y a la racista Flannery O´Connor porque tuve un profesor de literatura excelente y gracias a él y a esas lecturas y muchas otras que me abrieron la mente  y me liberaron de cualquier tipo de fanatismo me siento una persona feliz y realizada.

Vivan pues los maestros y profesores de literatura con criterio, vocación y dedicación (esos a los que una vez Arturo Pérez Reverte llamó Hombres Buenos desde el título de una de sus grandes novelas), los cuales no necesitan ningún tipo de cortapisas ni censuras ni limitaciones políticas  ni manos atadas a la espalda.

La cultura de la cancelación es Occidente pegándose un tiro en un pie.



Luis Artigue

El Taquígrafo, sección PUNTO DE LIBRO


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