DRY MARTINI
A Salvador Clotas
Y nos vamos encontrando en ese monopolio
de la intersubjetividad llamado viernes noche,
a una hora en la que Madrid
late como un corazón a cielo abierto:
los bosques de cristal detrás de mostradores
que son en realidad embarcaderos
de locales urgentes
muy protagonizados por soledades públicas
y barmans apolíneos –el fervor por la belleza
es un trabajo individual pero no solitario,
recita tu sonrisa de coleccionista
de tentaciones más que de deseo-
reflejan lo que somos…
No la poesía sino sus efectos.
La ginebra en tus ojos abre surcos de niebla.
Mis emociones tienen la forma de tus manos.
El Dry Martini –arden músicas mendigando
atenciones debajo del rebelde alegato
contra la brevedad de la vida que es mi hablar sin pausas-
en tus labios se adensa, mientras por un momento
(la contención como refinamiento implícito;
la narración sin verbos que es la luz de los focos)
te veo como arquetipo. Y como sombra de árbol
en medio de la imaginación orgiástica del estío, y también
como mina a cielo abierto, paradigma de crepúsculo
de color azafrán, encuentro entre guerreros
que en batallas inciertas han templado sus miedos, luz de anhelos
en medio de un oscuro equilibrio como luna
con vocación de ombligo de la noche.
En la amistad y contra la errancia del recuerdo
necesidad de interinos instantes de unidad;
ecos de acciones valientes y hermosas
sin el escudo puesto…
Desde que te conozco el Dry Martini
ha olvidado su seco sabor a nunca más.