El Pasajero/ Stella Maris, de Cormac McCarthy (Ed. Pguin Random House)
Una premisa argumental atractiva, un empaque formal desconcertante y un acabado genial. El editor y el autor han querido presentar El Pasajero y Stella Maris de Cormac McCarthy (Providence, 1933) como dos novelas independientes, pero, como bien nos enseñó William Falkner, juntas son una. Y aquí, en la última novela en díptico del gran Cormac McCarthy, no hay giros sorprendentes y situaciones imposibles ni mucho menos prosa funcional porque esto es gran literatura con largos diálogos, y grandes temas, y grandes símbolos, y frases ambiciosas dentro de un tono muy sobrio, y densidad conceptual, y gran poso cultural y filosófico y científico, y personajes muy bien perfilados psicológicamente, alergia a los lugares comunes, una ambientación reconociblemente elaborada, y mucha originalidad, en una novela tan enigmática que es imposible de entender y de olvidar del todo…
¿Que de qué trata la última novela de Cormac McCarthy? Acabo de terminarla, estoy deslumbrado, y sin embargo no sé decir de qué trata sin decir antes lo que es.
¿Y qué es la última novela de Cormac McCarthy?
Pues desde luego no es una novela experimental. O no sólo eso. Es mucho más. Sobre todo es un complejo artefacto narrativo tan experiencial como experimental (uno con estructura faulkneriana, con dos historias que son una, dos imágenes especulares de los dos hermanos protagonistas). Y es una novela escéptica y muy americana sobre los límites de la moralidad y la ciencia en la América feroz emparentada en esto con las novelas de Don Delillo. Y es una novela faústica como la de Thomas Mann en este aspecto. Y una novela sobre el pecado y el tabú en esto como la de Nabokov (son estos autores los que mencionamos en esta reseña a los cuales el autor cita en su novela y cuya influencia absorbe verdaderamente). Y es una novela sobre el lenguaje y su imposibilidad expresiva real como dijo Wittgenstein, también citado aquí. Y una novela sobre el psicoanálisis y su importancia para sujetar el síntoma pero su imposibilidad de curarlo como dijo Freud. Y una dura historia filosófica sobre la desesperanza tal y como la estudió el también citado en estas páginas Schopenhauer, y su mejor discípulo novelador Albert Camus. Y es un relato cobre el incesto y el suicidio como vías de conocimiento o, más bien, como certificaciones de la imposibilidad del conocimiento. Y es una ficción que, mediante su apuesta por la complejidad sin artificiosidad (sobre todo en la primera parte), trata de llegar a los límites últimos de la representación simbólica referencial para presentarnos en fondo y forma al hombre en busca de sentido, que diría Viktor Frankl. Y es una novela sobre la física de partículas y las matemáticas. Y es una ristra de conversaciones interesantes. Y, en su segunda parte, es una transcripción de una terapia en un psiquiátrico, pero que, aun siendo argumentalmente esto y sólo esto, tiene muy poco que ver con otras crónicas narrativas de la locura… ¡Es en suma un prodigio: una obra maestra: esto es lo que es!
Eso es, pero ¿de qué trata la última novela de Cormac McCarthy?
Secuencialmente trata un accidente de avión, la historia de Bobby y la historia de su hermana Alice… Aunque estructuralmente en efecto la novela es la historia de Bobby Western (en las primeras 40 páginas este personaje se sumerge en plena noche en el Golfo de México para tratar de descubrir si algún pasajero de los que viajaban en un avión siniestrado ha sobrevivido, y descubre que la caja negra del aparato ha desaparecido y que, aunque nueve personas siguen allí, atadas a su destino con su cinturón de seguridad, el décimo pasajero no está –así parece que empieza sumergiendo al lector en un mar de conspiraciones que incluyen a Oppenheimer, JFK y hasta el fantasma de su padre, el cual trabajó en la fabricación de la bomba atómica-, esta primera parte, El Pasajero, abandona enseguida este sugestivo hilo argumental para contar la más psicológica y sociológica y universal historia de Bobby Western. ¡Qué personaje Bobby! Nos cuenta su historia de rechazo del padre (que justifica su rechazo la física como respuesta, y justifica su búsqueda de sentido de sí mismo y del mundo por otros lados). Y enseguida se nos narra también el amor incestuoso y el peso de la historia de la hermana de Bobby, que ensombrecerá el espíritu y la conciencia de ese fascinante personaje masculino. Pero, al hacerlo, la novela al poco se adensa argumental, simbólica y hasta lingüísticamente de modo tal que el argumento al poco es lo de menos, o lo de más, pues se vuelve infinito: fascinantes son las conversaciones de bar, las cartas de su hermana Alice, las visitas a la abuela, y las conversaciones con un personaje secundario muy sugerente, una muchacha trans de fino ingenio: todo hasta que Bobby, por si no nos hubiera cautivado lo bastante, llega a vivir a la Ibiza hippy y a la esencial Formentera) antes de acabar sus días en una carrera de coches en Italia... Y así acabamos descubriendo ya indefectiblemente que resulta que Bobby no es solo el gran personaje de toda esta novela en díptico, sino un trasunto del autor (que también vivió en Ibiza de joven, y que ha escrito esta novela en las dependencias de un instituto tecnológico donde se estudia física cuántica y matemáticas avanzadas).
Al terminar la primera parte, la historia de Bobby, que desde luego no es nada fácil de leer, que exige mucho, uno ya no se la puede sacar de la cabeza…En verdad en la primera novela de esta novela de novelas, El pasajero, como decimos, Bobby se nos presenta como un muchacho americano muy intenso y por momentos encantador a lo James Dean que empieza la carrera de física, pero que la abandona para vivir al límite, y ser buceador, y tratar de conocer de verdad los misterios de su familia (las visitas de Bobby a la abuela son extraordinarias, puro ruralismo americano country noir, y nos devuelven al mejor McCarthy, al de Meridiano de Sangre y Todos los caballos bellos), y también para dedicarse a viajar por el extranjero, y a correr en las carreras de coches, y vivir un gran amor con su propia hermana loca Alicia (¡qué muchacha tan rara Alicia!; asombrosamente inteligentes e inolvidables son tanto esa hermana como los amigos de esa hermana), y para convertirse luego Bobby en un hippy en Ibiza y Formentera, y acabar muriendo en Italia… Estructuralmente la primera novela es Bobby, y luego la segunda es la historia de su joven hermana Alicia Western que le sobrevive e ingresa en un psiquiátrico diagnosticada de esquizofrenia paranoide por un médico, el Dr. Cohen, que dice no ser psicoanalista, sino estar más bien del lado de la antipsiquiatría, pero con el cual inicia una terapia cuasi-psicoanalítica que se nos transcribe con todo lujo de detalles y sin acotaciones ni desmayo. Esta parte es todo un prodigio literario; una forma que tiene el autor de completar y redondear la primera novela, y, a la vez, una forma de dialogar con la locura y con la cultura como Freud y Lacan, y de dialogar con Dios y con su imposibilidad o su incomprensible inoperancia como San Agustín… Todo sin dejar de completar la historia de Bobby de forma matemática y psicoanalítica y surrealista y perfectamente imperfecta para acabar haciendo en conjunto un canto narrativo único al escepticismo… ¡Una genialidad!
Pero la novela no es tampoco la historia de la hermana solamente. Ni es la historia de los dos… ¡He aquí una novela creo que sobre el final del universo!
Ya decimos que la primera parte, El Pasajero, es un desconcertante ejercicio literario que pasa de un espacio temporal a otro, de un suceso a una conversación y a otra, y que nos da así el mosaico de un personaje fascinante, Bobby, el cual vive muchas cosas, y va cambiando de amigos, y tiene una relación impresionante con su hermana y con la vida misma (el final de esta novela en el molino de Formentera es una de las más altas cumbres a las que ha llegado la prosa norteamericana del siglo XXI en nuestra opinión)... Pero asimismo la segunda parte, Stella Maris, es un gran cota literaria: es la terapia de la hermana transcrita en largos diálogos sin acotaciones y con muchas referencias a Jung y a las matemáticas, y muchas referencias al propio Bobby, a los amigos de Alicia, a su locura brillante, y a las modernas teorías científicas... Juntas se componen y completan y terminan de contar simbióticamente la historia –como sucede en Las palmeras salvajes de William Faulkner (que también son dos historias que juntas se completan y forman una novela única y genial)- para hacernos saber que el gran personaje de la novela es Bobby, y su hermana es su otro yo y no al revés, y para hacernos saber que la vida y el mundo no tienen una gran explicación total sino sólo explicaciones parciales, y sobre todo para hacernos saber como nunca que la alta y compleja literatura sirve, entre otras cosas, para hacernos identificar la estupidez y rechazarla.
He aquí la novela de un autor imprescindible, el mejor novelista de nuestro tiempo a nuestro juicio, el cual creíamos que, tras escribir sus violentas novelas de frontera –mi favorita es Meridiano de sangre- y tras escribir La carretera, había llegado a tal nivel que no debía escribir más. Y sin embargo ahora, en la vejez luminosa, nos acaba de sorprender con una joya narrativa tan ambiciosa y misteriosa como perdurable que nos hace verle inevitablemente ya como el próximo Premio Nobel de Literatura se lo den o no.
Luis Artigue
El Taquígrafo