CASA DE INDIANOS, de Juan Bolea (Menoscuarto Ediciones)
Una novela-enigma con intriga, con misterio y con acción. Una que se corresponde con eso que el genio de la narrativa onírica José María Merino denomina “realismo visionario”. Una novela a la vez cuerda y loca (o sensata y arrebatada a un tiempo) como su protagonista. Una que transcurre en el tiempo de los sueños, pues en los sueños transcurren y se cifran un asesinato y su intrincada resolución.
Sí, una fantástica novela que, en la línea de Michael Connelly y Fred Vargas, mezcla noir y fantasía…
Manuel Martínez de Farriols, dramaturgo de personalidad inquisitiva y obsesiva, acaba de estrenar su última pieza teatral en la que se juega su patrimonio y su prestigio. Tras una fiesta con alcohol y socializaciones sobreabundantes se ha acostado y ha soñado premonitoriamente con un asesinato, y eso le ha hecho levantarse presa de una agitación de la cual no se libra… Pero tanto sus freudianos amigos (nos referimos a su socio Luis Sánchez y algunos dramaturgos rivales como Lucas Mellado) como su pareja (la bella actriz Elvira Aguirre) tratan de convencerle de que se trata de una pesadilla sintomática a causa del nerviosismo que le ha venido surtiendo el estreno de su nueva obra Paraíso vendido.
Sin embargo él sabe que no; que esta vez es algo más que un sueño; que es una profecía: que lo que le acontece es puro conocimiento extrasensorial.
El asesinato aún no se ha producido. ¿Podrá M. Farriols impedirlo?
Este dramaturgo soñador y que toma nota de sus sueños (como hacía Rodolfo Fogwill) no puede, por todo eso, evitar acudir, en el norte de España, a la casona con la que ha soñado (la espectral y cantábrica casa de indianos perdida al pie de una ladera llamada el Pico del Muerto y que por dentro tiene algo de caserón gótico tipo Cumbres Borrascosas) para advertir a la víctima de que le van a asesinar… Sin embargo allí, en ese valle insólito, mágico y esotérico con niebla y brujas y hasta aparecidos en el que se encuentra la casa de indianos, nuestro protagonista se topará con lo inesperado.
Como en La orilla oscura de José María Merino o en Cumbres Borrascosas de Emily Brontë la acción de esta novela realista y fantástica, gótica y de ciencia ficción, lineal algo deudora del realismo mágico, transcurre a un lado y a otro del más allá, y en un plano y en otro de la normalidad, la realidad y la temporalidad estándar.
Y como en Pedro Páramo de Juan Rulfo aquí se nos detalla y glosa con ingeniosa exactitud qué tiempo tiene la muerte, y como ocurren las cosas en el tiempo de la muerte… Pero todo sin perder verosimilitud, intensidad e interés.
Sin embargo acaso lo más extravagante de esta novela sean las psicoanalíticas conversaciones que el protagonista mantiene con un médico sobre sus propias pesadillas, pues suponen esclarecedoras conversaciones y acotaciones sobre los límites difusos entre el sueño y la vigilia, entre la vida y la muerte, y entre la realidad y lo fantástico…
La estructura de esta hipnótica novela compuesta de secuencias casi fílmicas y sueños transcritos de modo intertextual es muy creativa. La prosa rebasa lo funcional. Los diálogos parecen teatrales (como en las novelas de Agatha Christie, otros de los modelos del autor para forjar esta novela), lo cual va a juego con el tema narrado. Los personajes femeninos están muy trabajados y tienen gran capacidad de embeleso. Y el final de esta historia explota dentro del lector por inesperado…
Los lectores habituales de Juan Bolea que esperen una novela negra no hard boiled pero sí realista como las de la serie de Florián Falomir o la serie de Martina de Santo sepan que este prolífico y versátil autor ha dado un giro a su obra.
Cuesta dejar esta inquietante historia porque se lee con turbadora facilidad.
Una novela que va más allá.
Luis Artigue